Una característica histórica del sistema de partidos fue su alta "sectorización" o fragmentación interna. Esto fue consecuencia de la legislación electoral que, hasta la reforma constitucional de 1996, habilitaba el doble voto simultáneo con lo que en un mismo partido podían coexistir diversos sectores o plataformas programáticas (sublemas) que incluso podía ser altamente antagonistas. No sólo había distintos sectores, sino que estos se expresaban además en varios candidatos presidenciales simultáneos en un mismo partido; así se caracterizó este sistema durante el siglo XX. Una vez retornada la democracia en 1985, progresivamente se fue intensificando el debate en materia político-electoral, y se dieron pasos tendentes a darle una nueva expresión al sistema de partidos. Así, con la reforma constitucional de 1996, se instauró un sistema de elecciones internas que procura darle más organicidad al funcionamiento de los partidos, sobre todo en lo relativo a tener un solo candidato a la Presidencia en cada comicio.
Historia
Orígenes
Los primeros partidos políticos uruguayos nacieron en 1836, tras la batalla de Carpintería. En esta batalla, ocurrida el 19 de septiembre de 1836, las tropas gubernativas, al mando de Manuel Oribe, se enfrentaron a rebeldes comandados por el expresidente Fructuoso Rivera. Al asumir Oribe la presidencia, nombró una comisión para examinar las cuentas del período de gobierno anterior. A su vez, sustituyó a Rivera en la Comandancia General de la Campaña por su hermano, Ignacio Oribe.
Rivera, agraviado, recurrió a las armas. En la batalla, las tropas de Oribe usaron vinchas blancas con la inscripción “Defensores de las Leyes” y las de Rivera usaron vinchas hechas con el forro de los ponchos, que era de color rojo. Anteriormente los partidarios de Rivera habían usado divisas celestes, pero con el tiempo se desteñían, tornándose casi blancas, por lo que se cambió el color al rojo. Allí nacieron las “divisas” blancas y los coloradas que hasta hoy distinguen a los dos partidos históricos, el Partido Nacional y el Partido Colorado.
Durante el siglo XIX la política uruguaya estuvo fuertemente vinculada a la de Argentina y Brasil. Los blancos estuvieron vinculados a los federales argentinos, liderados entonces por Juan Manuel de Rosas. El federalismo estaba constituido por caudillos y gente de las provincias que se oponían al dominio absolutista de Buenos Aires. Tenían un pensamiento tradicionalista y defendían las costumbres "gauchescas" y nacionales.
Los colorados, por su parte, se vincularon a los unitarios argentinos y a los brasileños separatistas creadores de la República Riograndense. El unitarismo derivaba del centralismo de tiempos de la independencia y del modelo de estado centralizado que ofrecía el Primer Imperio francés de Napoleón Bonaparte. Los unitarios fueron un grupo integrado en su mayoría por la élite, miembros de la clase alta, intelectuales y militares. Buscaban la preeminencia de Montevideo contra el interior del país, apoyado por los blancos. En el aspecto económico defendían el liberalismo, el libre comercio, la libre navegación de los ríos por parte de buques europeos, la modernización del sistema financiero mediante la creación de un banco emisor de papel moneda y la contratación de préstamos para la ejecución de obras. Por ello, a los primeros colorados se los conoce como los liberales uruguayos.
Entre 1836 y 1984 se generó un incremento de los partidos menores, más allá de que continuaba existiendo un marcado bipartidismo.
Desde la independencia hasta el golpe de Estado de 1973, la política uruguaya estuvo dominada por los dos partidos fundacionales: el Partido Blanco (luego Partido Nacional) y el Partido Colorado. En este período surgieron otros partidos, algunos de vida efímera y otros que permanecen hasta la actualidad.
Luego del retorno a la democracia en 1985, el caudal electoral de los partidos tradicionales fue reduciéndose y el panorama político uruguayo fue aproximándose cada vez más a un mapa pluripartidista. Los tres partidos mayores son el Frente Amplio, el Partido Nacional y el Partido Colorado. En las sucesivas elecciones han participado además, otros partidos.
De cara a las elecciones generales de octubre de 2019 el panorama se presentó inusual por lo novedoso: por primera vez ingresaron a la Cámara de Diputados un total de siete partidos. En particular, es de destacar el surgimiento del partido Cabildo Abierto, el primero en más de cien años que no resulta del desprendimiento de ningún partido importante.[3] Un panorama que hay que analizar a nivel regional y mundial, con cambios de tendencias en la vigencia de los partidos con tradición.[4]
Reglamentación para la inscripción de partidos
De acuerdo con la Ley N° 18.485, de 11 de mayo de 2009 (Secciones 1ª, 2ª y 3ª), la Corte Electoral dicta la reglamentación referida a la inscripción de los partidos políticos.[5]
Para fundar un partido político se debe comparecer ante la Corte Electoral; entre otros requisitos, se deben presentar las firmas de ciudadanos que apoyen la fundación de ese partido, en cantidad no inferior al 0,5 por mil del total de personas habilitadas para votar en la última elección nacional (en la actualidad, 1.310 firmas como mínimo). La solicitud de inscripción de un partido político se puede hacer en cualquier momento; para poder participar en la elección nacional siguiente deberá hacerse antes de 150 días corridos de la fecha fijada para las Elecciones Internas de los Partidos Políticos.[5]
Tomando como base las elecciones de 2019, al cierre del escrutinio de las mesas de votación, resultó que 4 partidos no alcanzaron el mínimo necesario para acceder a las elecciones de octubre: Partido de la Concertación, Partido Orden Republicano, Abriendo Caminos y Partido Democrático Unido.[7] En negrita, los partidos que alcanzaron el mínimo legal de 500 votos que los habilite a continuar en carrera electoral de cara a octubre: