El matrimonio de sus padres había sido concertado para honrar a su padre emparentándole con la familia real, por los reyes Carlos IV y María Luisa, cuyos nombres llevaría en su honor, y viajaron hasta la corte desde El Escorial para apadrinarla en su bautizo, que fue oficiado en la Real Cámara por el cardenalLorenzana, arzobispo de Toledo. A continuación, madre e hija fueron condecoradas con la banda de la Orden de María Luisa.
A pesar de este inicio con auspicios halagüeños, el matrimonio fue muy desavenido. Los esposos vivieron separados desde poco después del nacimiento de Carlota Luisa. Fruto de la relación de su padre con Pepita Tudó, que había iniciado antes de su matrimonio, tuvo dos medio-hermanos menores: Manuel Luis (1805-1871) y Luis Carlos (1807-1818). Su infancia estuvo marcada por la ausencia del padre y la falta de amor de su madre, la condesa de Chinchón, que «aborrecía su presencia».
En 1808, el Motín de Aranjuez provocó la caída de Godoy, que partió desterrado hacia Roma con toda su familia (es decir: con sus dos familias). El exilio romano también dejó profunda huella en el carácter y formación de la muchacha.
La reina María Luisa de Parma, su madrina de pila, intentó suplir la falta de amor de sus padres prodigándole su cariño y protección. Hacia 1815, hallándose la propia reina exilada también en Roma, consideró casarla con su hijo el infante Francisco de Paula (al que algunos suponían fruto de una relación adúltera de la soberana con Godoy y por tanto hermano de Carlota).
El nuevo rey Fernando VII guardaba a Godoy un gran rencor: confiscó sus bienes, suprimió todas las dignidades y pensiones que le había otorgado su padre, y durante muchos años le prohibió regresar a España con su familia. También se opuso al casamiento de Carlota Luisa con varios pretendientes que se le ofrecieron. Pero al fin le dio Real Licencia para casar con un noble italiano en 1821, durante la cesación del absolutismo provocada por el Pronunciamiento de Riego. Y en seguida fue también autorizada a volver a España por la Junta de Gobierno Provisional, que presidía su tío el cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga.
Su madre falleció en París el 24 de noviembre de 1828. A raíz de ello, Fernando VII mandó restituir a la difunta la mitad de los bienes confiscados a Godoy en 1808, mediante una Real Orden dada el 1.º de enero de 1829, de modo que Carlota los recibiría en herencia. Seis días después, su padre —que usaba por entonces el título de Conde de Castillo Fiel, contrajo segundo matrimonio con Josefa (Pepita) de Tudó y Catalán, que había sido su amante durante muchos años. Fruto de esta relación adúltera, Carlota Luisa tenía un hermano consanguíneo (legitimado por el subsiguiente matrimonio de sus padres): Manuel Luis de Godoy y Tudó (1805-1871), que fue II príncipe de Bassano y II conde de Castillo Fiel.
Adolfo Rúspoli y Godoy (1822-1914), II duque de la Alcudia, grande de España y III conde de Evoramonte, que nació en Burdeos el 28 de diciembre de 1822, vivió principalmente en Madrid y falleció viudo en París en 1914. Casó el 11 de mayo de 1857 con Rosalía Álvarez de Toledo y Silva, hija de los duques de Medina Sidonia, prematuramente fallecida el 11 de junio de 1865, y tuvo descendencia en que siguió la casa de Sueca.[2]
Y Luis Rúspoli y Godoy (1828-1893), II marqués de Boadilla del Monte, que nació en Roma el 22 de agosto de 1828 y heredó la villa familiar de Florencia, donde murió en 1893. Casó dos veces con señoras naturales de esta ciudad: la primera en 1852 con Matilda Martellini (1819-1855), con quien tuvo una hija que no dejó posteridad. Y contrajo segundo matrimonio el 7 de febrero de 1863 con Emilia Landi (1824-1894), de la que tuvo descendencia en que siguió su título, extinta a la segunda generación.[2]
Títulos y distinciones
Títulos nobiliarios
Carlota Luisa de Godoy y Borbón estaba llamada a suceder en los títulos de su padres: no solo en los de su madre, de quien era unigénita, sino también —pese a tener un hermano consanguíneo varón legitimado— en los títulos españoles y portugueses de su padre, pues le habían sido otorgados a Godoy «en contemplación de su matrimonio» con una prima carnal de Carlos IV. Poseyó los siguientes:
II duquesa de Sueca, con grandeza de España de primera clase. Sucedió en este título en vida de su padre (que había sido el concesionario), por Real Carta de Fernando VII dada el 18 de julio de 1830, en virtud de la expropiación decretada por el mismo rey en 1808 de la merced creada por Carlos IV en 1804.
XVI condesa de Chinchón, con grandeza de España de primera clase. Sucedió en este título por muerte de su madre, ocurrida el 24 de noviembre de 1828, y mediante Real Carta de Fernando VII despachada el 14 de marzo de 1831.
I marquesa de Boadilla del Monte. Concesión de la reina Isabel II mediante Real Carta del 30 de abril de 1853 por la que convertía en título de marqués el de conde de igual denominación concedido a su madre en 1799 por el rey Carlos IV, sobre un señorío que poseyó su abuelo el infante Don Luis. Carlota Luisa solo poseyó este título durante una semana, pues lo cedió inmediatamente a su hijo segundogénito, a quien se despachó la Real Carta de sucesión ocho días después de la de creación.
Sin embargo, por diversas razones, no heredó algunos títulos de su padre, como el de príncipe de la Paz (expropiado en 1808 por el rey Fernando VII y no restituido en 1847 por Isabel II), el de duque de la Alcudia (en el que sucedió directamente su hijo primogénito, Adolfo), o el de barón de Mascalbó (que permaneció vacante hasta que fue rehabilitado en 1995 en favor de un descendiente suyo). El título romano de príncipe de Bassano, otorgado a Godoy por el papa Pío VIII en 1830, era de carácter feudal y agnaticio y se sucedió en la descendencia que tuvo con la Tudó.
Señoríos
En virtud de la Real Orden de 1829 que le restituía parte de los bienes paternos y de la Real Carta del año siguiente por la que sucedió como duquesa de Sueca, Carlota de Godoy poseyó nominalmente el señorío de la Albufera de Valencia, antigua posesión de la Orden de Montesa adquirida por su padre en 1802. El rey Carlos IV, como administrador perpetuo del maestrazgo, se lo había vendido a Godoy con sus derechos anejos al precio de cinco millones y medio de reales. Este señorío fue de gran importancia económica por los derechos de pesca y de riego que comportaba, pero ya había dejado de producir rentas, por la abolición de los señoríos en España. Hasta el final de su vida, la duquesa Carlota Luisa litigó contra el Ayuntamiento de Sueca para evitar la extinción de estos derechos señoriales.[3][4]