Su aprendizaje artístico lo inició en su tierra de la mano de su padre, el pintor, tallista y estofador Manuel Antonio de la Vera Cruz, y luego con Juan de Miranda.
Activo en su juventud en Tenerife, a los 22 años parte para Gran Canaria, trabajando allí en la catedral de Las Palmas. En esta isla dejó obras como el retrato de Manuel Verdugo y Albiturría que se hallaba en la Sacristía de la mencionada catedral y también el que se encontraba en su sala capitular, junto a otros trabajos. Luego, en Tenerife, pueden verse cuadros suyos en la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, en el Puerto de la Cruz.
Fue alcalde real en 1808 de su ciudad natal y profesor de dibujo del Consulado del Mar de la ciudad tinerfeña de San Cristóbal de La Laguna. En 1815 es nombrado por Fernando VII pintor de Cámara del Rey, año en que se traslada a la Península. En la Corte destacó como miniaturista, y sus obras son regaladas por el monarca a embajadores y otros personajes destacados.