Luis Fernández de Córdoba Morales y Benavides o Luis Fernández de Córdoba y Arce (La Rambla, Córdoba, 16 de octubre de 1593-¿Madrid?, 1673) fue un marino y militar español, gobernador de Chile entre mayo de 1625 y diciembre de 1629 y de Canarias entre 1638 y 1644.
Primeros años
Fueron sus padres García Fernández de Córdoba Torquemada y Benavides, veinticuatro de Córdoba, y Catalina de Morales Negrete. De condición social noble -señor de El Carpio (Córdoba)- y miembro de una influyente familia, Luis Fernández de Córdova y Arce logró hacer carrera militar llegando al puesto de general de la Armada de Filipinas.
Cuando el marqués de Guadalcázar , se enteró de la muerte del gobernador de Chile, Pedro Osores de Ulloa, decidió sustituir al gobernador interino, designado por el propio Osores durante su agonía, Francisco de Alava y Nureña. Se debe consignar que Alava y Nureña era cuñado del fallecido Osores. Para reemplazarlo el virrey designó como interino a su sobrino, esperando que tuviera ocasión de lucir su ciencia militar en la Guerra de Arauco, y que así fuera confirmado en el puesto por el rey Felipe IV.[1]
Gobierno de Chile
A su llegada a Chile, el gobernador se encontró con que la situación más urgente eran las frecuentes incursiones del cacique mapucheButapichún. Para contenerlas dividió la frontera con los en dos distritos; uno bajo el mando de su primo Alonso de Figueroa y Córdoba y otro regentado por el sargento mayor Juan Fernández Rebolledo. A cada uno de estos jefes entregó un nutrido escuadrón, para que como fuerza móvil pudiera usarse en perseguir a Butapichún.[1]
Pese a estas medidas, y lograr algunos golpes afortunados contra los indígenas, los malones de Butapichún continuaron.
Sugirió al rey, sin mayor éxito, el traslado de la Real Audiencia de Chile desde Santiago a Concepción.
Gobierno de Canarias
En mayo de 1638 llegó a Canarias para ocupar el puesto de capitán general de las islas y presidente de su Real Audiencia. En abril del año siguiente, cuando buscaba transporte para pasar de Garachico a La Palma, embarcó en un buque holandés que navegaba bajo bandera falsa napolitana; como quiera que en aquellas fechas España y Holanda estaban enfrentadas en la guerra de Flandes, el capitán del barco le condujo secuestrado a Ámsterdam, pero a su llegada fue liberado por las autoridades neerlandesas, por haber sido capturado contrariamente a los usos de la guerra; regresó a Lanzarote en octubre de ese mismo año.
Durante su desempeño como capitán general de las islas debió afrontar las continuas levas y contribuciones impositivas necesarias para el sostenimiento de los ejércitos en la guerra contra Francia y en las sublevaciones de Portugal y Cataluña.[2]