En 1790, Antonio Porlier, miembro del Consejo de Indias, le ofreció varios empleos en Madrid que rehusó, pues vivía activamente dedicado a las ocupaciones de su cargo, de la Real Sociedad Económica, del colegio de San Marcial y de sus trabajos literarios y traducciones.
El 30 de septiembre de 1811 otorgó testamento en Telde ante el escribano público Juan Nepomuceno Pastrana. Falleció en Las Palmas de Gran Canaria el 21 de febrero de 1813. Fue enterrado en el cementerio público de la ciudad, cuyas obras aún no habían finalizado, y el 19 de diciembre de 1860 sus restos se trasladaron al recién construido panteón de los capitulares, dentro del mismo cementerio ya terminado.[15] Finalmente, el 21 de febrero de 1913, sus restos se trasladaron definitivamente a la catedral de Canarias, siendo sepultados en la Capilla de San José, dando así cumplimiento a su voluntad testamentaria.[10]
Obra
Compuso, aparte de algunos poemas satíricos que le causaron ciertas dificultades, poemas didácticos típicamente ilustrados sobre ciencias experimentales, en muchos de ellos impulsado por su oficio de preceptor de los hijos del Marqués de Santa Cruz: Al globo aerostático, Las cuatro partes del día, Las bodas de las plantas, sobre botánica, y el más ambicioso de todos, Los aires fijos, en seis cantos, los dos últimos añadidos algún tiempo después, sobre meteorología. La prosa de Noticias del cielo o Astronomía para niños es de evidente intención didáctica; más complejo es Los Vasconautas, un poema bastante original por reavivar la antigua épica culta compuesta en octavas, y aunque se escribió en 1766, solo llegó a editarse más de doscientos años después, en 1983. Consta de cuatro cantos de tono bastante irónico y posee numerosas alusiones intertextuales a la Divina Comedia, de Dante Alighieri, pues el protagonista desciende a los infiernos de la mano del caudillo aborigen Doramas; su interés viene dado por la especial fusión de elementos históricos y mítico-fantásticos sin separarse de la Ilustración. Ese mismo año escribió un Diccionario de historia natural.[cita requerida]
El Gobierno de Canarias celebró, en Los Realejos, el 21 de febrero de 2006, día de su muerte, y coincidiendo con el 275 aniversario de su nacimiento, el primer "Día de las Letras Canarias", con la intención de institucionalizarlo y celebrarse todos los años, y como homenaje a uno de los principales autores de la literatura canaria.[16]
2012. El Hieroteo, o Tratado histórico de los antiguos honores y derechos del presbítero. Edición de Manuel de Paz Sánchez. Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea. ISBN 9788499419015
La abreviatura «Viera y Clavijo» se emplea para indicar a José de Viera y Clavijo como autoridad en la descripción y clasificación científica de los vegetales.[17]
↑Viera y Clavijo, José (1886). «Memorias que con relación a su vida literaria escribió Don José Viera y Clavijo». Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias (Gran Canaria): x-xi.
↑Anaya Hernández, Luis Alberto (1997). «Los problemas de Don Josef Viera y Clavijo con la Iglesia y la Inquisición canaria». Anuario de Estudios Atlánticos (43): 169.
↑Benítez Padilla, Simón (1952). «La obra científica de Viera y Clavijo». Historia de Canarias de Viera y Clavijo (Santa Cruz de Tenerife: Goya Ediciones): 544.
↑Guimerá Peraza, Marcos (2012). «Viera y Clavijo, la tertulia de Nava y nuestra historia». Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (1): 259-280.
↑Cioranescu, Alejandro (1949). «José Viera y Clavijo y la cultura francesa». Revista de HistoriaXV (88): 325.
↑Viera y Clavijo, José (2013). Homenaje a Carlos III (Santa Cruz de Tenerife: Idea): 17. ISBN978-84-9941-894-0.
↑Hernández Gutiérrez, Sebastián (2006). José de Viera y Clavijo (Madrid: Dykinson): 54-55.
↑ abcSánchez Rodríguez, Julio (2007). José de Viera y Clavijo. Sacerdote y Arcediano. Las Palmas de Gran Canaria. p. 97. ISBN978-84-612-0015-3.
↑José Cebrián García "Del epistolario de Viera y Clavijo y sus amigos de Viena" en VV. AA., El siglo que llaman ilustrado: Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, coord. por José Checa Beltrán, Joaquín Álvarez Barrientos, 1996, págs. 209-220