Fray Juan de la Concepción Oviedo y Monroy, según otros Oviedo Monroy y Portocarrero o, como el propio autor firmaba, Juan de la Concepción Oviedo Monroy y Escuazafigo (Madrid, 13 de febrero de 1702 - Huelves, provincia de Cuenca, 5 de diciembre de 1753), fraile carmelita, luego trinitario, erudito y poeta español, que usaba los pseudónimos de Martín Ceverio, El patán de Carabanchel o El poeta oculto.
Hijo de Juan de Oviedo Monroy, natural de Trujillo, gentilhombre y consejero de Hacienda, y de doña Isabel Escuazafigo y Centurión, de Barcelona. Tomó el hábito carmelita descalzo a los diecisiete años en el Convento de San Hermegildo de Madrid, hizo el noviciado en Pastrana y luego pasó a la Universidad de Alcalá, donde fue lector de Filosofía y Teología y escritor y predicador de la Orden, llegando a ser su Secretario general, Calificador de la Inquisición y Consultor del infante cardenal Luis; todos estos cargos le granjearon grandes envidias que le hicieron perder la salud. Desde 1747 perteneció a la Real Academia Española y escribió su discurso de recepción en verso. Alcanzó gran fama como fácil versificador o "repentizador". Al respecto cuenta José Antonio Álvarez Baena en sus Hijos de Madrid (1799) lo siguiente:
Como además se contaba que poseía memoria eidética o fotográfica, llegó a llamársele "Monstruo de sabiduría y elocuencia". Discutió en verso sobre astrología con Diego de Torres Villarroel en algunos folletos. Quiso pasarse a la Orden de Trinitarios Calzados, y, conseguido gracias a un breve papal, sus enemigos insistieron en que repitiese el noviciado y murió cerca de Huelves cuando se dirigía a Cuenca para seguirlo. Fue amigo del poeta José Joaquín Benegasi y Luján, quien escribió en su homenaje una Fama póstuma (1754) en octavas que incluye un índice de sus obras en prosa y verso, que pasan de treinta. También escribió muchas cartas a su amigo y protector, el duque de Medina Sidonia. Según Emilio Palacios Fernández "su poesía es conceptuosa (a pesar de que él llamaba a quienes cultivaban este estilo «secta de los anochecidos») y tuvo casi siempre una provocante intención de crítica política y social, que ocultaba bajo pseudónimo, según recuerda Leopoldo Augusto de Cueto, como "El patán de Carabanchel", "El poeta oculto"... cuando aparecían en papeles volanderos más agresivos.