Su obra se considera la superación del modernismo y la iniciación de las vanguardias en su país. Cosmopolita en su formación y en sus planteos estéticos, trascendió ampliamente las fronteras locales y ejerció la traducción, el ensayo y la diplomacia, con el mismo ahínco con el que escribió poesía.[1][2]
Dedicó su vida a viajar y escribir poemas a lo largo de sesenta años dejando una vasta obra que lo convierte en uno de los poetas más prolíficos de su país, por lo que en 1976 dos años antes de su muerte la Academia de la Lengua del Ecuador propuso su candidatura al premio Nobel.[3]
Biografía
Orígenes y primeros años
Nació en Quito, a las afueras de esa ciudad en Sangolquí. Su abuelo Abraham Carrera, posiblemente descendió del noble español Sancho de la Carrera. Su abuela fue Genoveva Andrade. Juntos tuvieron un hijo, Abelardo y se esforzaron por darle la mejor educación posible, dadas las posibilidades que tenía Abraham como administrador de hacienda. Abelardo estudió en el colegio San Gabriel de Quito, y a pesar de su educación religiosa, empezó a inclinarse más bien por el liberalismo político. Se casaría con Carmen Amelia Baca Andrade y juntos tendrían a Jorge. Durante su infancia, el gobierno empezó, a propósito de sus proyectos de mejora de la ciudad, a expropiar casas en la ciudad. La casa de Abelardo fue una de ellas y fruto de esto tuvieron que ir a vivir al norte de la ciudad en la zona de "El Batán" que en esos años se encontraba completamente despoblada, lo que significaría para Jorge vivir y disfrutar del campo que tanto le marcaría el resto de su vida.[4]
Cursó la enseñanza media en Quito, en el pensionado Borja, el Normal Juan Montalvo y finalmente en el Colegio Mejía. A pesar de las creencias de su padre, al estudiar en el pensionado Borja recibió asimismo educación religiosa donde absorbió la riqueza de los símbolos que se usa para transmitir la religión y que sobrevivirían la pérdida de fe de Jorge y se mostrarían dentro de su poesía. Su ingreso al Colegio Mejía se dio en los inicios de esa institución, poco tiempo después de su fundación a cargo de ex estudiantes del colegio San Gabriel. El fervor liberal y el esfuerzo por ofrecer una educación laica de buena calidad caracterizó al Colegio Mejía y lo aprovechó Jorge.[4] Desde el colegio descubrió su excepcional aptitud para el verso. Con otros dos jóvenes igualmente dotados; Gonzalo Escudero y Augusto Arias, formó el grupo literario "La Idea". Durante sus últimos años en Ecuador fue secretario general del partido socialista Ecuatoriano por un año (1927-1928).
Viajes y carrera como diplomático
Posteriormente viajó a Europa, donde estudió Filosofía y Letras en Barcelona, España, después estudió la carrera diplomática en Francia, que a lo largo de su vida lo llevaría a conocer en profundidad ciudades de todo el mundo. Además en ese país aprendería el francés que influenciaría su obra profundamente. Sus relaciones se encuentran detalladas dentro del libro Correspondencia de Jorge Carrera Andradecon Intelectuales de lengua francesa.[5] El impacto que el mundo francés tuvo sobre la obra de Jorge no puede ser ignorado, realizó amplias traducciones de 54 autores por lo que además recibió el premio Isla de San Luis, y además se vio fuertemente influenciado por Francis Jammes y su enfoque hacia las cosas[5]. Residió por algún tiempo en Inglaterra y Alemania. A su retorno ejerció la función pública, posteriormente fue designado Ministro de Relaciones Exteriores.[1]
En 1938 mientras estaba en Europa escribió un poema titulado “Carta al General Miaja” que trataba sobre la guerra civil española. Ese año sería enviado a Yokohama a donde viajó con su esposa y su hijo. El viaje sería extenso puesto que lo harían a través de Estados Unidos. Allí, se interesó por la cultura oriental, lo que influenciaría grandemente su poesía. Sería después de Francia lo que más marcaría su obra, especialmente en sus esfuerzos por ser conciso y llegar a la esencia de las cosas. Ahí publicaría en 1939 su “Guía de la joven poesía ecuatoriana” donde advertiría el talento del poeta José Rumazo y en agosto de 1940 publicaría en Tokio “Microgramas” y “País secreto”. Tomando en cuenta la coyuntura política y los escenarios dentro de la Segunda Guerra Mundial regresó a Ecuador.[6]
En la década del cincuenta fungió como vicepresidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde fue además director de la revista Letras del Ecuador (que también dirigió Isaac J. Barrera), en la que se publicarían algunos de sus trabajos, así como de otros escritores de dicho país. A partir del año1951 regresaría a Francia para vivir por siete años en París, ya que fue nombrado como delegado permanente del Ecuador ante la UNESCO. Sería aquí cuando empieza su carrera como traductor, lo que le permitió ascender a redactor de las publicaciones en español y dirigió la revista El Correo de la UNESCO.[7]
Últimos años
De 1970 a 1972 dictó clases en la universidad americana de Stony Brook, Long Island en el Departamento de Lenguas Romances. La universidad recogió su escritos que durante su vida en el exilio escribió. Esto incluye sus experiencias vitales en correspondencia, escritos autobiográficos y poesías. Los materiales de las "Colecciones Especiales" que están en Stony Brook comprenden la mayoría de su obra que se escribió entre los años 1923 y 1970. El contenido incluye: materiales autobiográficos; mecanuscritos; hologramas corregidos; cartas personales y comerciales; postales; telegramas; reseñas de periódicos y revistas literarias; notas de prensa; avisos de editoriales y prensa; y anuncios. Esto hace que la obra de Carrera Andrade, al igual que su vida, sean extensas y con una riqueza incomparable en las letras de Ecuador. Durante esta época también fue académico invitado en Harvard y el Vassar College. A su regreso a Ecuador dirigiría la Biblioteca Nacional en Quito en 1976.[8] Siempre componía poemas de sus lugares, y de su época en esta universidad sería "Estaciones de Stony Brook".[9] Fue miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, secretario del Senado y del Congreso, cónsul de su país en Paita (Perú), El Havre (Francia) y San Francisco (EE. UU.), secretario de Embajada en Venezuela y ministro plenipotenciario en Gran Bretaña.[1][2]
Jorge Carrera Andrade falleció el 7 de noviembre de 1978 en Quito.[1] Ante lo cual se hicieron varios homenajes, uno de ellos resumió su obra de la siguiente manera:[10]
Para este notable ecuatoriano no bastaba con emplear las palabras: alguna vez manifestó su deseo de apoderarse de ellas arrebatándoselas al ángel soberbio que se resistía a entregárselas. Tal era su afán que llegó a sentir como los personajes de sus versos. El papel del autor, entonces, no es solo el de poeta que canta en homenaje a los objetos cotidianos, a los seres humildes; sino que se torna en representante de ellos. Para hablar con tanta convicción de la araña, la nuez y la gaviota, se necesita identificarse con ellas y en su poesía advertimos una comunión mágica, una fusión entre el artista y sus personajes diminutos que deleita y sorprende
Aunque desde los comienzos de su actividad literaria asimiló la estética de los movimientos vanguardistas de la época, nunca dejó de tomar como inspiración el espíritu y el paisaje de su tierra ecuatoriana. Tal como lo describiría en "Mi vida en poemas" su obra tendría una etapa inicial donde se volcaría hacia las cosas y la geografía, después lo ampliaría a las personas, la historia y la humanidad. Su vida como diplomático estuvo repleta de viajes, por lo que su obra ganó en sobriedad expresiva y evolucionó hacia una singular forma de universalidad poética. Carrera Andrade durante un homenaje que le ofrecieron sus amigos en París afirmaría que "La poesía es el ejercicio más soberano de la libertad individual" y se describiría como un modesto "cronista del cosmos".[12]
Boletines de mar y tierra
En 1930 escribió Boletines de mar y tierra, obra escrita bajo la influencia de las vanguardias hispanoamericanas del período. Gracias a la metáfora del viaje marino, Carrera empieza a crear en su poesía una sensación de universalismo que, si bien al principio es geográfico, pronto produce un redimensionar del lugar geográfico como sitio de enunciación del arte del poeta. De 1945 data Lugar de origen, libro en el que se van hallando nuevas claves que buscan conjugar una proclama de la tierra junto a una posición de universalismo cósmico. El poema que da título al libro insiste en esta línea de impresiones metafóricas ligadas a la tierra. Esta obra fue prologada por Gabriela Mistral, quien definiría su poesía como indofuturismo, es decir la interacción entre la tecnología y el progreso, con la naturaleza vista como un animista. Sería editada por Vicente Clavel en España. Esta obra pertenece a la fecunda década de los treinta en la literatura de su país, con otras publicaciones importantes como Altamar de José Rumazo González, Atahuallpa de Benjamín Carrión, Hélices de huracán y de sol de Gonzalo Escudero.[2]
Microgramas
En 1940 escribió Microgramas obra en la cual adaptó el estilo de la poesía Haikú al español, usando como temática, la fauna, flora y folclore ecuatoriano, donde también se demuestra una gran influencia del poeta Haikú Matsuo Bashō.[13] En el ensayo introductorio a su publicación Carrera Andrade hace un recuento de esta forma de escribir poesía anclándola en la tradición de lengua castellana desde las publicaciones de Francisco de Quevedo por su Boda y acompañamiento del Campo donde escribe epigramas castellanos que a su juicio conforman los abuelos de los microgramas que el ahora escribía. De esta manera llegaba a definirlos como:[13]"El micrograma no es sino el epigrama español, despojado de su matiz subjetivo".
La necesidad surgió pues, a juicio de Carrera Andrade, a partir de que el carácter unilateral y el enfoque evocativo de los antiguos microgramas no eran suficientes para los espíritus que se vuelcan más bien hacia las cosas, el espectáculo del mundo. De esta manera se ve la síntesis que hace por un lado de la forma castellana del epigrama que tomaba de Quevedo, con el fondo francés del enfoque hacia las cosas que tomaba de Jammes.[14]
Continua la genealogía con las saetas y cantares. En el caso del primero, cuando el epigrama bajó de la meseta castellana hacia el sur andaluz, su subjetividad personal se transformó en expresión mística y se convirtió en la hija mayor de los cantares españoles. Carrera Andrade nombra ahora a Manuel Machado y Antonio Machado como grandes ejemplos de esta expresión.
Concluye su análisis con la que considera la cuarta hermana exótica de los microgramas, el Haikai, también conocido como Haikú. Traza la influencia japonesa en Hispanoamérica en la poesía de Gutiérrez Nájera y su poema "La misa de la huerta", José Juan Tablada también con su publicación "Nao de la China", Flavio Herrera y Gilberto González Contreras. De todas estas fuentes, eran en realidad, para Carrera Andrade, caminos hacia el poema sintético y la expresión quintaesenciada.
Como un breve ejemplo de micrograma encontramos:
NUEZ
Nuez: sabiduría comprimida,
diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.
No todos son cuartetos, ni constan de una estrofa, pero si comparten el vuelco hacia las cosas y la brevedad de su definición.[13]
Registro del mundo
En 1945 apareció la recopilación de lo más destacado de su creación con el título de Registro del mundo, obra considerada como una de las más bellas muestras de la lírica hispanoamericana. Fue una antología poética desde 1922 hasta 1939, donde se recopilan varios poemarios como Estanque inefable, Guirnalda del silencio, La hora de las ventanas iluminadas, Rol de la manzana, Boletines de mar y tierra, El tiempo manual, Biografía para uso de los pájaros y País secreto.[15] Es una obra que se extiende por más de una década en la vida del autor, lo que nos permite ver su evolución estética a lo largo de sus poemas que llenan 326 páginas y se despliegan a lo largo y ancho del mundo durante su dilatada carrera diplomática para registrar las cosas, viajes y espíritu. Es un libro que, como diría Carrera Andrade en su poema "Filosofía del humo": una cosa con ventanas al campo y ocultos corredores; el postigo cerrado aguarda, para abrirse, el rose de una mano.[16] Es en ahí también donde el poeta muestra su forma de ver al mundo en su famoso poema "El objeto y su sombra" donde afirma la realidad de lo concreto como superior al sueño, y la clave para el entendimiento como limpiar al mundo de sus sombras, que no tienen la fuerza para modificar la esencia de las cosas, y que son capturadas por los sentidos, en especial los ojos. Allí se encuentra su conocida cita:[16]
En los años 1957 y 1959 publicó Hombre planetario, obra clave para entender la maduración de su palabra poética, pues los textos de Carrera radicalizan el proceso de evidenciar la imposibilidad de la palabra para captar la totalidad de la realidad. El texto del segundo volumen de Hombre planetario, de 1959, con un proyecto distinto y de más largo aliento que el primero, exige, incluso formalmente, un solo plan poético que no se dispersa en varios poemas, sino que es una secuencia de veinte poemas integrados temáticamente por esta búsqueda del único habitante universal. La obra poética de Carrera Andrade expresa una estética de la percepción del mundo que va de lo grande a lo pequeño o del ser a las cosas, siempre en relaciones duales: eternidad-tiempo, industria-naturaleza, rosa-mundo o guerra-sacrificio.[2]
Autobiografías y diarios de viaje
Como contrapunto al registro del mundo, siempre enfocado en la objetividad, Carrera Andrade también dedicó escritos a su vida a través de sus autobiografías y diarios de viajes. Las publicaciones que destacan son "Latitudes" de 1934, viajes por países y libros en 1961, "Jorge Carrera Andrade" una autobiografía publicada en 1966 y "El volcán y el colibrí" su última autobiografía que saldría a la luz en 1970. El título, al igual que su primer libro "El estanque inefable" se basa en los elementos que forman parte del paisaje en los andes ecuatoriales, contrastando la fortaleza y perennidad del volcán con la belleza y fragilidad del colibrí, siempre de manera dualista que hace que su obra no sea materialista ni realista, sino animista. También recuerda a los mitos de la Guacamaya y la Serpiente, que cuentan el origen cosmogónico desde el cielo y la tierra respectivamente. En este libro contaría desde su perspectiva cómo veía el mundo en sus distintas etapas de la vida y por cada viaje que hizo. Narraría su carrera como diplomático, las peripecias de su primer viaje, su apoyo al gobierno de Galo Plaza Lasso, en contra de Velasco Ibarra a quien se oponía porque consideraba que no tenía ideología, "así como juraba por uno, juraba por otro". También narra su paso por Venezuela y Francia. De manera póstuma el Banco Central del Ecuador editó "Retratos de un gozoso tragaleguas" que narra su vida de manera más completa, enfocándose también en su paso por Japón y cómo esto influyó su obra. Con sus diarios de viaje proveería el contexto subjetivo para su poesía y con sus autobiografías materializaría lo que había afirmado antes, que "La poesía es el ejercicio más soberano de la libertad individual".
El Camino del Sol
Esta obra forma parte del proyecto más general de Carrera Andrade por intentar divulgar la realidad de su país a través de sus obras, para lo cual hizo uso de la prosa. Está dividido a su vez en dos libros, el primero llamado El fabuloso Reino de Quito, donde presenta las tribus autóctonas, la conquista incáica, y la llegada de los españoles, basándose en los escritos de Juan de Velasco, así como de otros autores relevantes. A su vez, el libro dos está titulado La Tierra Siempre es Verde, que trata sobre los 300 años de la Real Audiencia de Quito y como El Ecuador era visto por los cronistas de Indias, los corsarios y los viajeros ilustres. A juicio de Enrique Ojeda, uno de los académicos más importantes en los estudios carreristas, el objetivo de esta obra no era la crítica histórica sino la divulgación cultural en Europa, puesto que Carrera Andrade había encontrado una situación incómoda: "Ecuador no era conocido en el exterior, había poca o mala información, y los esfuerzos de ese país por difundir su historia eran insuficientes". De esta forma al difundir el pasado mítico de Ecuador, buscaba una mejor recepción de su literatura en el resto de países.[17]
Crítico literario
Carrera Andrade también dedicó publicaciones a la crítica, particularmente de la literatura ecuatoriana. Un breve recuento de la situación a su momento de la poesía en ese momento se encuentra en Destino de la poesía Ecuatoriana de nuestro tiempo, donde hace un recuento de los principales poetas de los primeros años del siglo XX, desde los modernistas, también conocidos como la generación decapitada, así como Alfredo Gangotena, Jorge Reyes, Abel Romeo Castillo, G. h. Mata y Joaquín Gallegos Lara.[18] Además en 1939 publicó la Guía de la joven poesía ecuatoriana donde critica a varios autores jóvenes con el fin de impulsar su obra, se encuentra en la lista Gonzalo Escudero, Remigio Romero y Cordero, José Rumazo González, José Alfredo Llerena, entre otros.[19]
Reconocimientos y actualidad
Reconocimiento y homenajes
El 21 de octubre de 1977, el Consejo Supremo de Gobierno presidido por el Calm. Alfredo Poveda Burbano le otorgó la máxima presea a las letras ecuatorianas: el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo.[1] En la actualidad existe el Premio Jorge Carrera Andrade entregado por el municipio de Quito al mejor libro de poemas de cada año.
César Dávila Andrade, uno de los poetas más importantes de Ecuador que a pesar de compartir apellido, no fue familiar, le dedicó un hermoso ensayo titulado Teoría del titán contemplativo, donde detalla la vida de Carrera Andrade, su melancolía, su intento de llegar a la realidad a través de las cosas después de su intento fallido de abrazar el cielo, durante su juventud. Explica el rol de la soledad y la migración sobre su poesía, algo que él compartía en carne pues vivía también fuera, en Venezuela.[20] Fue uno de los autores del famoso poema Vasija de barro junto a Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán y Jaime Valencia, durante una velada con el pintor Oswaldo Guayasamín. Posteriormente fue musicalizado y es una de las canciones más importantes de ese país.
En el año 2003 a propósito del centenario de su nacimiento se colocó una placa en París, ciudad que tanto influyó en su poesía.[21]
Su obra y las corrientes literarias
Con su obra se termina el modernismo y se da inicio a las vanguardias literarias. Por esta razón afirmaría "Nací en el siglo de la defunción de la rosa" y más adelante lo complementaría diciendo "Cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles". De esta manera el empieza en Ecuador la literatura alejada de los temas modernistas para enfocarse en la realidad, para muchos autores sería realidad social, para él en cambio serían las cosas.[22]
Existe una abundante correspondencia con Pablo Neruda que muestra las mutuas influencias dentro de su obra y el enfoque a los objetos que muchas veces compartían.[23] Esto fue estudiado a profundidad en el libro "Pablo Neruda y Jorge Carrera Andrade: del Finis terrae al aro equinoccial", donde el autor chileno Abraham Quezada analiza el intercambio entre estas dos personalidades que dominaron la poesía en cada uno de sus países.
El crítico británico Niall Binns le dedicó un artículo en su homenaje titulado "Una oda improbable a un héroe improbable" donde relaciona la primera etapa de su obra al creacionismo de Huidobro debido fundamentalmente al rol de la imagen en la poesía de ambos autores como el eje medular de su estética. Además rescató el rol de Carrera Andrade apoyando la república durante la guerra civil española.[24]
Carrera Andrade afirmaría en "Mi vida en poemas" el rol que tenían los objetos en su obra, así como la relación con el resto del canon literario:[12]
Creo haber sido uno de los primero en elevar las cosas a la categoría de elementos principales. Se me dirá que ya Góngora dio a las cosas una importancia primordial en la poesía; pero, la concepción gongórica más bien exalta y espiritualiza el objeto, rodeándolo de una aureola ideal, y no trata de descubrir su ser íntimo mediante el sistema de las analogías. Además, para el autor de Las Soledades las cosas sirven únicamente como ornamentación de sus poemas narrativos con personajes como Angélica, Medoro, Polifemo y otros, dignos descendientes de los arquetipos itálicos. Las cosas en mi mundo poético ocupan un lugar central, son verdaderos personajes en sí mismas y constituyen una forma de expresión del enigma universal que el hombre trata de descifrar... Posición de filosofía animista, muy alejada del menosprecio de los místicos o de los metafísicos como el Petrarca que habla de "la miseria extrema de las cosas humanas", o de los escépticos como Quevedo, para quien las cosas son sólo "recuerdo de la muerte". Las cosas de mi mundo -por el contrario- viven, palpitan y nos ayudan a comprender la vida.
Jorge Carrera Andrade - Mi vida en poemas
Obras
Entre las obras de Carrera Andrade se encuentran las siguientes publicaciones:[25][26][27]