Fernando García Calderón (Sevilla, 11 de agosto de 1959) es un escritor e ingeniero de Caminos español afincado en Madrid, investigador de componentes para la superestructura de la vía férrea y autor de ficciones.
Nació en el histórico barrio de Triana. Un traslado profesional paterno lo llevó a Madrid con apenas diez años, en cuyo padrón sigue figurando. Estudiante en el instituto Cardenal Cisneros, de honda raigambre bachiller, destaca por su pareja afinidad a las ciencias y las humanidades, recibiendo, entre otros galardones, el premio al mejor alumno del curso 1970-71 y el reconocimiento institucional de la época materializado en la concesión de la A Ibérica al mérito en el estudio. Festeja el 20 de noviembre de 1975 con la lectura de Réquiem por un campesino español, alejándose definitivamente del realismo recalcitrante en un periodo en el que da sus primeros y titubeantes pasos en el azaroso mundo de la literatura.
Cumple sus veintitrés primaveras con los títulos de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid, especialidad de Transportes, y de alférez de unas milicias universitarias —obligatorias— que serán el escenario perfecto para entregarse al manejo de las máquinas y de la pluma estilográfica, multiplicándose en el cálculo de movimientos de tierras y en la escritura de relatos que, más adelante, invadirán los concursos de narrativa breve de toda la geografía hispana.
Aficionado a los trenes, gana plaza fija en la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles a mediados de 1983, tras un periodo de aprendizaje y prueba que le traerá el amor a las vías y a una hermosa licenciada en Ciencias Físicas, empleada de la misma empresa. Lamia o Lam, como la llama, alcanzará la condición de musa y personaje a lo largo de toda su trayectoria. En 1991 se incorporará, temporalmente, a Ferrocarriles de Vía Estrecha, FEVE, como director de Estudios y Tecnología.
Será en ese umbral de los años noventa cuando se plantee superar la timidez para dar a conocer sus creaciones a los jurados de certámenes muy diversos. Fruto de esas bregas son un puñado de premios y menciones, unas cuantas anécdotas graciosas y un libro que tarda un decenio en alumbrar y con el que inaugura el siglo xxi: El mal de tu ausencia.
En 1994 uno de sus cuentos más breves salta del folio a la página impresa, siendo incluido en el volumen de relatos hiperbreves Quince Líneas, promovido por el Círculo Cultural Faroni y editado por Tusquets en su colección Andanzas. Renuncia al cargo en Vía Estrecha y retorna a Renfe, provocando el punto de inflexión necesario para adentrarse en el género de la novela. Escribe dos de carrerilla, obteniendo los premios Félix Urabayen y Ateneo-Ciudad de Valladolid, así como la publicación de los primeros libros que llevan su nombre: El vuelo de los halcones en la noche y El hombre más perseguido.
Tras serle diagnosticado un invalidante síndrome de fatiga crónica, se olvida de la incertidumbre que suponían las esperas de los fallos y aciertos de los jurados y se centra en otras más largas, las de las contestaciones editoriales. Con la ayuda de la agencia B&B, publica Lo que sé de ti (2003), la novela del ajedrez y la vida. Puro erotismo, a decir de muchos; pornografía, a entender de unos pocos. Las críticas fueron excelentes, abriendo otras puertas. Tres años después, gracias a una popular leyenda de la Sevilla del siglo xv, La judía más hermosa, y a un ajuste de cuentas con su propia generación, La noticia, alcanzará un nivel de ventas que no había conocido hasta ese instante.
Es entonces cuando el infortunio familiar y la enfermedad que lo aqueja frenan su ambición literaria. Tras un largo periodo de trabajo silencioso, investigando las andanzas africanas del erudito sevillano Juan Ángel Santacruz de Colle, regresa con Yo también fui Jack el Destripador (2015) y Nadie muere en Zanzíbar (2016). Su inveterada costumbre de publicar obras de dos en dos se ve superada en este caso, viendo la luz simultáneamente Diario de ausencias y acomodos (2015), publicado al alimón con Facundo Laboa.
Su obra publicada se compone de cuatro volúmenes de relatos y once novelas que se reparten por los catálogos de las editoriales Alfar, Algaida, Destino y Ediciones del Viento.
En noviembre de 2022, tras asumir la incompatibilidad de su síndrome de fatiga crónica con el COVID-19 y otros virus, anticipa su retirada profesional y confirma lo que manifestase en una entrevista reciente: “De esa enfermedad [la ingeniería] se libra uno con el tiempo, la jubilación es sanadora. No ocurre lo mismo con el mal de la literatura, que se cronifica”.
Los espacios efímeros, un thriller socrático cargado de referencias cinéfilas, es su más reciente muestra de que los duelos, con letras y humor, son menos.
Fernando García Calderón ha entregado a jurados, editoriales, revistas y lectores más de doscientos relatos breves o brevísimos desde que comenzara su andadura al borde de la treintena. Ha sido reconocido en certámenes de la solera del Jauja (Valladolid, 1989), Gabriel Miró (Alicante, 1992), Juan Ortiz del Barco (San Fernando, 1994), Jara Carrillo (Alcantarilla, 1995), Max Aub (Segorbe, 1995), Villa de Iniesta (Iniesta, 1996), Alfonso Sancho Sáez (Jaén, 1996), Cuentos de Invierno (Ponferrada, 1997), Villa de Quintanar (Quintanar del Rey, 1998), Miguel Cabrera (Morón de la Frontera, 1999) y Marco Fabio Quintiliano (Calahorra, 2000).
En el año 2000, tras la publicación del primero de sus volúmenes, da por finalizada su etapa itinerante. Todos sus libros de relatos han visto la luz en la sevillana Ediciones Alfar.
Inicia su aventura novelística en 1995, tras completar su única nouvelle, premio Alfonso Sancho Sáez: La sonrisa del observador. Aun viéndose obligado a superar dos periodos de interrupción forzosa (2009-12 y 2020-22), no ha cejado en su empeño de forjar una trayectoria cimentada en las más sólidas estructuras ficcionales, la singularidad en el tratamiento de los temas abordados y el rechazo a las etiquetas. La novela histórica, el thriller y las historias generacionales, en su pluma, cobran la originalidad reseñada con frecuencia por la crítica.