La cruz votiva es una cruz preciosa entregada a una iglesia como exvoto.
Historia
En la Hispania visigoda y en el Románico los reyes y magnates ofrecían cruces votivas a los templos. En algunas ocasiones los exvotos eran coronas con alguna inscripción sobre la ofrenda y el nombre del oferente, que eran colgadas del altar y que, a su vez, tenían cruces suspendidas.[1]