Alfonso III de Asturias, llamado «el Magno» (c. 852-Zamora, 20 de diciembre de 910),[1] fue rey de Asturias desde 866 hasta poco antes de su defunción, ocurrida en 910. Hijo y sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, Alfonso III fue el último rey asturiano, o el primero de León, ya que en esta ciudad residió largas temporadas, y allí tenía su Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia.
Desde su ascenso al poder hubo de hacer frente a una serie de problemas internos: revueltas nobiliarias, conatos de rebelión en la propia dinastía, como el caso de su hermano, el infante Bermudo Ordóñez. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora, acogiendo a una importante inmigración mozárabe, y consolidó el Duero como frontera meridional del reino, en torno a las plazas fuertes de Toro y Zamora. Luchó enérgicamente contra los musulmanes, a los que derrotó en Polvoraria. Rechazó la yihad del rebelde omeya Ibn al-Qitt y pactó con Ibn Marwán al-Yalliqi, valí de Mérida.
Se casó entre mayo y diciembre de 873 con Jimena Garcés,[2] cuya estirpe todavía se discute, aunque probablemente era hija de García Íñiguez de Pamplona.[3] De este matrimonio nacieron los tres primeros reyes propiamente leoneses, García, Ordoño y Fruela, que ya en vida de su padre gobernaron la frontera centro-oriental (la futura Castilla), Galicia y Portugal, y Asturias, respectivamente.
El rey Alfonso III de Asturias inició la idea imperial en el siglo IX. En 867 confirma como Adefonsus totius Hispaniae imperator. En 877 aparece como Adefonsus Hispaniae imperator y en 906 como Adefonsus...Hispaniae rex.[4] Varios de sus descendientes también adoptaron el título imperial.[5]
Sus últimos años de reinado son oscuros. Por motivos desconocidos, su primogénito García trató de derrocarlo, lo que logró finalmente con el concurso de sus hermanos. Alfonso III abdicó, aunque conservó el título real, y murió en Zamora, al parecer tras emprender una última incursión en territorio musulmán.
Esbozo biográfico
Primeros años
Su juventud es desconocida. Fue asociado al trono en 853 y se ocupó del gobierno de Galicia. Al morir su padre, tuvo que enfrentarse a Fruela Bermúdez, conde de Lugo,[6] que le disputaba la corona; hasta parece que llegó a usurparle el trono, refugiándose Alfonso en Álava.[7] Hay que tener en cuenta que hasta hacía poco la monarquía había sido electiva y todavía habría quien rechazara la sucesión dinástica. Sin embargo, un año más tarde Alfonso III recuperó la corona gracias a la ayuda del conde Rodrigo de Castilla, quien se enfrentó en 866 a los partidarios de Fruela.[8] Según la crónica de Sampiro, los magnatesovetenses dieron muerte al rebelde conde Fruela y Alfonso «fue reconocido pacíficamente por todos como sucesor de su padre Ordoño I.»[7]
En la reconquista
Al año siguiente, 867, tuvo que atender una sublevación en la parte oriental del reino, en Alava, vascones según la Crónica albeldense, alaveses según la Crónica de Sampiro que se habían sublevado dirigidos por el conde Eylo.[7] Sampiro describe así estos eventos:
Llegó un mensajero desde Álava, anunciando que sus corazones se habían inflado contra el rey: oído lo cual, el monarca dispuso marchar hacia allí. Impulsados por el pavor que les produjo su llegada, rápidamente reconocieron sus obligaciones y suplicantes bajaron ante él sus cabezas y prometieron que permanecerían fieles a su reino y a su autoridad, y que harían lo que les fuese ordenado. De este modo sometió a su poder a una Álava tendida ante sí, y a Eylo, que se presentaba como su conde, se lo trajo para Oviedo cargado de hierros.[7]
Su padre, Ordoño, había comenzado la repoblación de los territorios fronterizos y Alfonso continuó con ello. Los primeros éxitos fueron cosechados en tierras portuguesas, donde las tropas del rey Alfonso lograron situar la frontera sudoccidental en el río Mondego. El conde Vimara Pérez en 868 conquistó Oporto y repobló la comarca.[9] En 878, el ejército del rey Alfonso III, con el conde Hermenegildo Gutiérrez al mando, se enfrentó a las fuerzas musulmanas lideradas por el emir de CórdobaMohamed I que habían iniciado un ataque contra Oporto.[10][a] Después de haber derrotado a las fuerzas del emir y expulsado a los habitantes musulmanes de Coímbra y Oporto, desde ambas ciudades las tropas cristianas, lideradas por Hermenegildo, ocuparon y repoblaron, con hombres llevados de Galicia, otras ciudades como Braga, Viseo y Lamego.[12] Coímbra, Lamego y Viseo fueron conquistadas otra vez en 987 por Almanzor[13] y no fue hasta 1064 cuando fueron reconquistadas definitivamente por el rey Fernando I de León.[14]
Alfonso III tuvo que hacer frente a las ofensivas del príncipe omeya al-Mundir, hijo del emir cordobés Mohamed I. La lucha fue casi constante entre 875 y 883. Las primeras incursiones omeyas tuvieron como objetivo León y El Bierzo, pero fracasaron. La contraofensiva cristiana se saldó con la toma de Deza y Atienza.
Abd al-Rahman Ibn Marwán, el Gallego, señor de Mérida y rebelde al emir de Córdoba, le envió para congraciarse con él al ministro de este, Hashim ibn Abd al-Aziz.[15] Esto provocó que en 878 Al-Mundir dirigiese sus huestes de nuevo hacia León y Astorga, mientras que Salid ben Ganim llegaba hasta el Órbigo. El rey magno, para evitar la unión de ambos ejércitos, salió al encuentro del segundo al que derrotó en la batalla de Polvoraria, en la confluencia de los ríos Órbigo y Esla. Al-Mundir emprendió entonces la retirada, pero Alfonso III le interceptó en el valle de Valdemora, donde lo venció. El emir Mohamed se vio obligado a pagar rescate y a firmar una tregua de tres años. Era la primera vez que Córdoba pedía la paz.[16]
Ambos reyes consideraron la tregua como un paréntesis, preparándose para el siguiente asalto: Mohamed armó una flota para atacar Galicia por mar, pero fue destrozada por una tormenta.[17] Alfonso e Ibn Marwán descendieron por el valle del Tajo y batieron al ejército cordobés en el monte Oxifer, junto al río Guadiana.[18]
Como desquite, Mohamed atacó en el año 882 el reino de Zaragoza, a donde Alfonso había enviado a su hijo Ordoño para que se educara con los Banu Qasi, hijos de Musa, avanzando por la antigua vía romana hasta León. Hubo un intercambio de prisioneros y los cordobeses se retiraron. Repitieron la campaña en 883 con el mismo resultado. En 884 Mohamed I y Alfonso III firmaron la paz, pues ambos empezaban a tener serios problemas internos. El rey magno se encontró con un levantamiento acaudillado por sus hermanos Fruela, Odoario y Bermudo, que se hicieron fuertes en Astorga, apoyados por varios condes, pero rápidamente fueron derrotados y ajusticiados.
En 901 el rebelde omeya Ibn al-Qitt, proclamado Mahdi, predicó la guerra santa y atacó Zamora —«reconstruida y repoblada por mozárabes toledanos [...] la plaza avanzada más importante del reino astur»— que pudo resistir. El caudillo mesiánico, abandonado por los suyos, fue vencido y muerto en batalla en lo que se conoce como el Día de Zamora.[19] En esos años, el emirato de Córdoba sufrió rebeliones civiles, por lo que dejó de inquietar al reino de Asturias que, sin embargo, hizo frente a sus antiguos aliados de Mérida y del valle del Ebro: aliado con el conde de Pallars, dio un golpe de Estado que consiguió derrotar a los Banu Qasi e instalar un navarro, Sancho Garcés I, en el trono pamplonés.
Fin de su reinado
Al final de sus días, se sublevó su hijo García,[20][21] que se había casado con Nuña, hija del conde de CastillaMunio Núñez,[22] que fue el instigador de la conjura contra el rey. Capturado García por su padre,[21] su suegro Nuño provocó un levantamiento ayudado por Jimena, Ordoño y Fruela. Según la Crónica General de España de Alfonso X el Sabio, la reina Jimena «basteció estos castiellos en tierras de León, Alba, Gordón, Arbolio et Luna, et diólos a su fijo el infant don García». El castillo de Luna tenía singular importancia al acoger el tesoro regio. Alfonso III, según Sampiro, fue relegado a Boides, una aldea cercana a San Salvador de Valdediós, después peregrinó a Santiago, realizó una «expedición militar autorizada por García por tierras de Mérida», y falleció el 20 de diciembre de 910 a medianoche en Zamora al regreso de la incursión, acontecimientos corroborados en las crónicas de Ibn Hayyan.[23]
Desde ese momento, el reino de Asturias, engrandecido con extensos territorios, vio trasladada la capital desde Oviedo a León y comenzará a hablarse del reino de León y a partir de ese momento, los nuevos soberanos se intitularían reges Legionis, o sea, reyes de León,[24] con ocasionales divisiones del reino asturleonés entre Asturias, Galicia y León. Con las fronteras ampliadas hasta el río Duero y el Mondego,[24] empezaron a afluir mozárabes. Aunque el reino fue dividido entre sus tres hijos durante unos años: para García, León; para Ordoño, Galicia y Portugal; y para Fruela, Asturias.[25][21]
En el tercer tomo de su obra Orígenes de la nación española, el historiador Claudio Sánchez-Albornoz, gran defensor del rey magno, resume así el fin de su reinado:
A la muerte de Alfonso III en Zamora, en diciembre del año 910, terminaron dos siglos decisivos de historia española. El Asturorum regnum, el reino de los astures había cumplido su histórica misión en la forja de España y de lo hispano. Con su máxima expansión geográfica coincidía su fin.[24]
Contrajo matrimonio con Jimena de Asturias, cuya filiación no está confirmada, aunque algunos historiadores consideran que fue hija del rey García Íñiguez de Pamplona y hermana del rey Fortún Garcés.[3] La boda se habría celebrado entre el 28 de mayo y el 20 de diciembre de 873. En 874 ambos suscribieron la donación de una cruz de oro a la iglesia de Santiago.[3]
Ramiro (m. 929).[31] Pudo haber heredado el trono del reino de Asturias cuando su hermano Fruela sucedió al hermano de ambos, Ordoño II, en el reino leonés.[32][33][b] Según Jaime de Salazar y Acha, es posible que haya contraído matrimonio con la reina Urraca, viuda de su hermano Fruela.[31] Manuel Carriedo Tejedo no comparte esa opinión y dice que esa confusión se debe a una malinterpretación de Pelayo, obispo de Oviedo.[32] Según la inscripción en su sepulcro en el panteón de reyes de la Catedral de Oviedo, falleció el 31 de marzo de 929.[32]
Cultura
Convocó el segundo Concilio ovetense en el 893.
Mandó elaborar la Cruz de la Victoria, que figura en la actual bandera de Asturias, convertida en símbolo del Principado. La joya fue hecha por orfebres procedentes del reino franco. Ordenó su elaboración a principios del siglo X, como donación a la catedral de San Salvador. Hoy se guarda en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo y una copia cuelga del puente de Cangas de Onís
El hallazgo del sepulcro de Santiago convierte a Compostela en la segunda sede apostólica después de Roma, con autoridad sobre clérigos de otros reinos y condados cristianos. Santiago se convierte en destino de peregrinos, verdaderos transmisores de cultura.
↑«Uno de los colaboradores de Alfonso III, tal vez el más eminente, fue Hermenegildo Gutiérrez, a quien es lícito atribuir como consejero, pariente y amigo del monarca, parte de la gloria que recae sobre el rey Magno por el resultado feliz de su gestión al frente de los destinos del reino de Asturias. Si Alfonso III fue la cabeza creadora y directora de una sinfonía en que lo político y lo militar se aúnan a la perfección, hemos de considerar a Hermenegildo Gutiérrez y a los restantes magnates de la corte como fieles ejecutores de esa sinfonía».[11]
↑En un diploma de la catedral de Oviedo, datado el 23 de septiembre de 926, «Ramiro II, hijo de Alfonso III y la reina Jimena, confirma los privilegios y donaciones de sus antepasados a la iglesia de Oviedo y añade Villa de Mor, con la iglesia de S. Pedro y varios lugares, iglesias y montes en territorio de Coyanza». En el documento declara: Ego Ranimirus rex filius Adefonsi regis et Xemene regine («Yo, el rey Ramiro, hijo del rey Alfonso y de la reina Jimena»). El documento lo confirman varios obispos y nobles así como Urraca regina et Christi ancilla («La reina Urraca, sierva de Cristo»).[34]
Arco y Garay, Ricardo del (1954). Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ed. Sepulcros de la Casa Real de Castilla (1ª edición). Madrid. OCLC11366237.
Henriet, Patrick Henriet (2004). La lettre d’Alphonse III, rex Hispaniae, aux chanoines de Saint-Martin de Tours (906). París: Picard. ISBN2-7084-0704-X.
Cotarelo Valledor, Armando (1992). Alfonso III el Magno: último rey de Oviedo y primero de Galicia. Ed. facsímil de la edición de 1933 (Gráficas Góngora). Madrid: Istmo. ISBN84-7090-265-2.
Fernández Catón, José Mª (2006). Centro de Estudios e Investigación San Isidro, ed. Documentos de la monarquía leonesa de Alfonso III a Alfonso VIII. 2 vol. León: Testimonio Compañía Editorial, S.A. ISBN978-84-95767-64-6.
González Jiménez, Manuel (2011). «La idea de imperio antes y después de Alfonso VI». Alfonso VI Imperator totius orbis Hispanie. Fernando Suárez y Andrés Gambra, coord. Madrid: Sanz y Torres. ISBN978-84-92948-45-1.
Lévi Provençal, Évariste (1957). Historia de España: España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba: 711-1031 de J.C. (Emilio García Gómez, trad.). = Tomo IV. Espasa-Calpe. Edición de Ramón Menéndez Pidal & Leopoldo Torres-Balbás. ISBN9788423948000.
Lucas Álvarez, Manuel (1995). El Reino de León en la Alta Edad Media: La documentación real astur-leonesa (718-1072). Colección "Fuentes y Estudios de Historia Leonesa". León: Centro de Estudios e Investigación "San Isidoro; et al. ISBN84-87667-15-5.
Sánchez Candeira, Alfonso (1999). Rosa Montero Tejada (edición patrocinada por Fundación BBV, Fundación Ramón Areces, Caja Madrid Fundación), ed. Castilla y León en el siglo X, estudio del reinado de Fernando I. Madrid: Real Academia de la Historia. ISBN978-84-8951241-2.