Inaugurado en 1932 como Cementerio Israelita de Conchalí, luego de la compra del terreno por parte de la comunidad judía santiaguina, fue uno de los primeros cementerios de los judíos en Chile, donde según las tradiciones del judaísmo, los difuntos de quienes profesan dicha religión deben ser sepultados en un lugar específico para ellos, al ser considerados como lugares sagrados, entre otros ritos, como por ejemplo, que las tumbas deben colocarse en dirección hacia Jerusalén. Anteriormente a su creación, los judíos santiaguinos debían ser enterrados en el Patio de los Disidentes del Cementerio General.[1] El diseño del camposanto fue realizado por el arquitecto Pablo Hegedüs. El nombre actual lo adquirió luego de la fundación de la comuna de Recoleta, resultado de la escisión con la comuna de Conchalí en 1981.
Allí se encuentran sepultados algunas víctimas del Holocausto que se radicaron en Chile hasta su fallecimiento, siendo normalmente mencionado en la placa de su tumba, el campo de concentración nazi donde fueron prisioneros.[2] Asimismo, también se encuentran algunos judíos rusos que fueron expulsados tanto por el Imperio ruso como también por las medidas del antisemitismo soviético durante el siglo XX.[3]
En septiembre de 2016, se inauguró el sector «Beit Ha Jaim» dentro del cementerio, un patio exclusivo para judíos ortodoxos.[4]