Un catafalco es un túmulo o plataforma elevada cuidadosamente adornada que se erige en el interior de los templos o lugares donde se celebran exequias solemnes.[1] Los catafalcos tuvieron su época de máximo esplendor durante el Barroco, cuando se convirtieron en auténticas obras de arte y simbolismo que se elevaban varios metros en el interior de las iglesias. Cayeron en desuso a lo largo del siglo XX, optándose por plataformas mucho más sencillas que meramente sostienen el féretro.
Origen del término
Del italiano catafalco, y éste del latín vulgar catafalicum, a su vez de:
el griego κατά (katá), "junto a".
el latín fala, "andamio", probablemente de origen etrusco.[2]
El catafalco solía tener una base rectangular o poligonal y elevarse varios centímetro del suelo, a veces trasformándose en estructuras piramidales y escalonadas de varios metros o incluso en pequeños templetes. Se decoraba con esculturas, relieves, cirios, candelabros o incensarios, así como con varios símbolos cristianos (cruces), fúnebres (esqueletos) o elementos que aludían a las virtudes del difunto. En algunas ocasiones podía cubrirse con un dosel o baldaquino. Se adornaba con los habituales colores de luto: negro, violeta o plateado o con los colores propios del cargo del difunto, como en el caso de los Papas, cuando se decora en rojo, color pontificio.
Los materiales eran casi siempre peribles, maleables y poco costosos, como madera, yeso o cera, que con frecuencia se recubrían con suntuosas telas. Dado que se trataba de obras efímeras, los catafalcos eran desmontados después de los funerales y sus partes y materiales re-aprovechados para otras exequias solemnes o celebraciones cortesanas.[3]
El catafalco a menudo se puede confundir con el castrum doloris (del latín, lit. "castillo de dolor"), que estrictamente hablando son todas las estructuras y decoraciones que rodean al catafalco con el sarcófago.
Historia
El uso de grandes catafalcos ya está documentado en la Antigüedad, pero solo se recupera en Europa a partir del siglo XV, siendo Italia el origen de esta recuperación. En España, las exequias de Carlos V en 1558 son las primeras en usar un catafalco.[3]
Sin embargo, es a finales del siglo XVII, en época barroca, cuando los catafalcos adquieren en Europa proporciones monumentales, siendo además decorados con gran profusión y detalle, por lo que pueden llegar a considerarse ejemplos de arquitectura efímera.
Los grandes catafalcos continuaron usándose a lo largo de todo el siglo XIX e inicios del XX, tanto en exequias de soberanos como Vittorio Emanuele II de Italia, de presidentes como Sadi Carnot o de celebridades como el torero José Gómez Ortega.
Funerales del presidente Sadi Carnot en el Panteón (1894). El catafalco se aprecia al fondo, en el interior del templo.
Uso
Sobre el catafalco se colocaban los restos mortales del difunto ya sea directamente sobre él, o bien, dentro de un sarcófago, féretro o similar, que podía estar abierto o no. Este arreglo se hacía durante las ceremonias previas al enterramiento, que podían durar días, para rendir honras fúnebres al finado.