Jmelnitski, nacido en torno al 1595, provenía de una familia de la baja nobleza ortodoxa.[2] Pese a la religión de la familia, recibió una esmerada educación en un colegio jesuita de Jarosław.[2] Combatió como oficial en el Ejército polaco y fue capturado por los otomanos en Țuțora en 1620; pasó dos años en cautiverio.[2]
Al obtener la libertad, se retiró a su hacienda en Súbotiv, donde, ya casado, se dedicó a acrecentar sus posesiones.[2] Por su lealtad al rey Vladislao IV de Polonia durante las revueltas cosacas que estallaron en 1625 y 1638, este lo nombró canciller de la hueste de los cosacos zaporogos.[2] En 1646, formó parte de la delegación cosaca que acudió a tratar con el rey los preparativos de la guerra que se avecinaba con el Imperio otomano.[2]
En la primavera de 1648, acaudilló una revuelta cosaca, en realidad por rencillas con un vecino católico, Daniel Czapliński, que había talado su hacienda.[3] Jmelnitski acudió a los tribunales para denunciar a Czapliński, pero este contaba con poderosos valedores que impidieron que obtuviese satisfacción y llegaron a amenazarlo con detenerlo.[4] Así las cosas, Jmelnitski huyó y se refugió entre los zaporogos que se habían reunido para emprender la esperada campaña contra los otomanos, que finalmente no tuvo lugar.[4] Jmelnitski logró que los cosacos lo nombrasen hetman, expulsasen a las fuerzas polacas y se aliasen con el Kanato de Crimea, que debía proporcionar la caballería de la que carecían los propios cosacos.[4]
La liga cosaco-tártara batió en varios choques a las fuerzas polacas: el 16 de mayo de 1648, las derrotó en la batalla de Zhovti Vody («aguas amarillas»), en las que los cosacos que combatían en las filas polacas cambiaron de bando.[4] Los mandos militares polacos, bisoños, decidieron abandonar las plazas fortificadas de la región y replegarse al oeste.[4] Alcanzados por Jmelnitski cerca de Korsun, fueron derrotados nuevamente el 26 de mayo y apresados.[4] La noticia de estas victorias avivó la rebelión, que se extendió por toda la región.[4]
Miles de voluntarios se unieron a sus fuerzas y se formaron bandas acaudilladas por notables locales que cometieron atrocidades contra polacos y judíos.[4] Los rebeldes saqueaban las iglesias católicas.[4] Los magnates polacos, que contaban con huestes propias, emprendieron la retirada al oeste, marcha a la que se unieron polacos, judíos, sacerdotes católicos y miembros de la baja nobleza polaca de la región.[4] En su marcha, las bandas armadas de los nobles cometieron también tropelías contra los rutenos.[4]
En julio, en medio de las deliberaciones para elegir al nuevo rey polaco, el Parlamento envió un ejército de cuarenta mil soldados —de ellos ocho mil mercenarios alemanes— a enfrentarse a los cuarenta mil soldados y otros tantos milicianos cosacos de Jmelnitski.[4] El intento de sofocar la rebelión resultó un nuevo fracaso para los polacos: mal mandado, el ejército fue vencido en la batalla de Pyliavitsi el 23 de septiembre.[4] Este triunfo permitió a Jmelnitski continuar su avance hacia el oeste, ya sin oposición; para no saquear Leópolis y Zamość, obtuvo de las dos ciudades grandes rescates.[4]
Envió a los polacos unas exigencias bastante moderadas dada su posición de fuerza: estos debían confirmar los privilegios tradicionales de los cosacos, eliminar el control de la nobleza polaca de sus territorios, desmantelar las fortalezas que les impedían a los cosacos el acceso al mar Negro, abrogar la Unión de Brest y otorgar la amnistía a los rebeldes.[4] Detuvo su avance al oeste para que polacos y lituanos pudiesen elegir al nuevo monarca y luego se retiró a Kiev.[4] Cada vez más radical en su trato con los enviados polacos, continuó batiendo a las fuerzas enviadas contra él a principios de 1649.[5]
Privado de la alianza del kan crimeo İslâm III Giray por la hábil diplomacia del nuevo monarca polaco Juan II Casimiro Vasa, hubo de tratar con este.[5] El 18 de agosto alcanzó con él un acuerdo que otorgaba autonomía a los territorios que dominaba, permitía el mantenimiento de cuarenta mil tropas cosacas regulares, expulsaba a las polacas y a los judíos de las provincias de Cherníhiv, Bratislav y Kiev, reservaba los puestos de la administración regional a los cosacos y a la nobleza ortodoxa y concedía un escaño al metropolitano de Kiev en el Senado de la mancomunidad.[5] Se proclamó la amnistía de los rebeldes.[5] A cambio, los nobles polacos recuperaron sus haciendas y los campesinos fueron sometidos de nuevo a la servidumbre.[5] Cada bando, sin embargo, consideró el pacto simplemente una tregua, y trató de reforzar su posición para imponerse al otro.[5]
Jeremi Wiśniowiecki, el mayor hacendado de Ucrania y paladín los extremistas, fue nombrado hetman del Ejército real y se le entregó un gran ejército de cien mil hombres, compuesto por levas de los nobles, ejércitos privados de estos, tropas regulares y milicias provinciales.[6] Este gran ejército venció a otro de igual tamaño de cosacos y tártaros en la batalla de Berestechko el 30 de junio de 1651.[7] Los tártaros, sin interés en la contienda, se retiraron de ella y apresaron a Jmelnitski que, sin embargo, obtuvo la libertad poco después.[7] La enconada resistencia cosaca al ejército real, el abandono de los nobles y sus contingentes de este y lo indeciso de los combates librados en Bila Tserkva llevaron a las partes enfrentadas a negociar un nuevo acuerdo que recortó los poderes de Jmelnitski.[7] De controlar tres provincias pasó a gobernar solo una, Kiev.[7] Y las tropas regulares cosacas se redujeron de cuarenta a veinte mil.[7]
De nuevo, el pacto fue temporal: en 1652 se reanudaron los combates.[7] Jmelnitski trató de obtener el Principado de Moldavia para su hijo Tymish (Timoteo) y derrotó a las fuerzas polacas que intentaron impedirlo.[7] Juan Casimiro reunió un nuevo ejército e invadió de nuevo los territorio ucranianos, pero quedó una vez más cercado por el enemigo y se libró de ser derrotado únicamente por la nueva retirada de los tártaros, como ya había sucedido en 1649.[7]
En octubre de 1653, los rusos por fin se decidieron a apoyar a Jmelnitski, que ya había entablado infructuosas negociaciones con ellos en 1648.[7] El Zemski Sobor aprobó el ingreso de las tierras ucranianas en el Zarato, si bien como unidad autónoma.[7] El Tratado de Pereyáslav del 18 de enero de 1654 plasmó el acuerdo: Jmelnitski y luego otros ciento veintisiete mil cosacos en ciento diecisiete localidades juraron fidelidad al zar ruso, que se comprometía a respetar la autonomía del territorio del Hetmanato cosaco.[7] Las ciudades seguirían pudiendo elegir a sus funcionarios y cobrar los impuestos, que los rusos podían supervisar pero no cambiar.[8] Los rusos se comprometían también a enviar guarniciones a algunos puntos estratégicos y a subvencionar a la horda, que contaba oficialmente con sesenta mil soldados.[9] La nueva alianza desencadenó una nueva serie de combates en la región: los polacos invadieron Ucrania y los cosacos y rusos invadieron Bielorrusia, en donde el 24 de agosto de 1655 derrotaron a los lituanos en la batalla de Szepielewicze.[9] Los tártaros aprovecharon el cruento conflicto para saquear el territorio y hacer cautivos.[9]
Cuando el zar Alejo se arrogó el título de «zar de Bielorrusia», Jmelnitski trató de romper la alianza con los rusos y recuperar la independencia, coligándose con suecos, transilvanos y prusianos, en vano.[9] La cooperación con los rusos fue cada vez menor, y las disputas entre cosacos y rusos aumentaron.[10] Los primeros no estaban de acuerdo con el gobierno ruso de la parte de Bielorrusia que habían arrebatado a Polonia-Lituania y los segundos pusieron en duda el derecho de Jmelnitski de designar a su hijo Yuri heredero sin contar con su beneplácito.[10]
Cuando Bogdán falleció en 1657, sus principales lugartenientes desoyeron sus deseos, apartaron a su hijo y escogieron como hetman a uno de ellos, Iván Vigovski, que el 16 de septiembre de 1658 firmó el tratado de Hadiach con los polaco-lituanos.[10]