Las rocas químicas se forman por precipitación de los minerales que componen los sedimentos arrastrados hacia los lagos o mares por los procesos de erosión.[1][2] Así, por ejemplo, las lluvias disuelven el cloruro de sodio de la corteza, que se deposita en las zonas deprimidas. Por la radiación solar, el agua se evapora y el cloruro de sodio se concentra y precipita formando la halita, que es la roca de la que se obtiene la sal de mesa. Otro ejemplo es la formación de estalactitas y estalagmitas por precipitación del carbonato cálcico presente en el agua que se filtra en las cuevas.[2]
Este tipo de rocas pueden formarse también por intervención de organismos vivos, en cuyo caso se describen como rocas bioquímicas. Ejemplos de estas son las radiolaritas y liditas, formadas a partir del esqueleto silíceo de los radiolarios,[1] y los arrecifes de coral, estructuras masivas de caliza formadas for el esqueleto calcáreo de los corales.[2]