El gobierno valora la herencia de los republicanos españoles del siglo XX, muchos de los cuales habían sido fuertemente anticlericales, especialmente durante la guerra civil española y que en su mayoría, fueron encarcelados y/o asesinados por la dictadura franquista o se vieron obligados al exilio en países de habla hispana o en los países vecinos como son Francia y Portugal.
Esto contrasta con las administraciones españolas anteriores, muchas de los cuales habían tenido mucho interés de promover la identidad católica histórica de España, como la de Francisco Franco por ejemplo. Las relaciones también fueron buenas con José María Aznar y Mariano Rajoy.