En la primavera de 1640, Francesc de Tamarit fue encarcelado acusado de no facilitar alojamientos a las levas acuarteladas en Cataluña. El 22 de mayo, los campesinos sublevados entraron en Barcelona y lo pusieron en libertad. El 7 de junio del mismo año, en el Corpus de Sangre, grupos de segadores entraron de nuevo en la ciudad y asesinaron al virrey de CataluñaDalmau III de Queralt.
En septiembre, el ejército de Felipe IV ocupó Tortosa gracias a la alianza con la clase señorial catalana y el obispo de la ciudad, que, como la gran totalidad de los obispos que ocupaban las sedes catalanas, era políticamente realista. La ocupación estuvo seguida de una durísima represión contra el pueblo sublevado. El 17 de enero de 1641, ante la alarmante penetración del ejército castellano, Pau Claris, al frente de la Generalidad de Cataluña, proclamó la República Catalana, con la adhesión de la burguesía urbana descontenta por la presión fiscal, acordando una alianza político-militar con Francia. Para obtener la ayuda, Cataluña se ponía bajo la obediencia de Luis XIII de Francia. Pocos días después, con la ayuda del ejército francés, la Generalidad obtuvo una importante victoria militar en la batalla de Montjuic del 26 de enero de 1641, y las tropas castellanas se retiraban a Tarragona.
Poco más tarde moría Pau Claris, y la difícil situación local e internacional llevó a la Generalidad a proclamar conde de Barcelona y soberano de Cataluña al rey Luis XIII, y el inicio de una ofensiva para recuperar todo el territorio catalán.
La armada española, compuesta por 14 galeras castellanas, 7 genovesas, 14 napolitanas y 6 sicilianas se concentraron en Salou, llegando a Tarragona el 30 de junio de 1641 para enfrentarse con la escuadra francesa que bloqueaba el puerto.
Se formaron tres columnas, que entretuvieron a las francesas maniobrando y disparando, creando una cortina de humo[1] que García de Toledo aprovechó para atravesar la línea enemiga y llegando a puerto con su columna, en la que estaban las ocho cargadas de comestibles mientras el resto de galeras se retiraba a Tamarit. Los franceses respondieron quitando anclas y teniendo que remolcar los galeones a las posiciones de batalla por la falta de viento, hundiendo o quemando siete galeras, haciendo encallar tres y una última que fue destruida o capturada,[2] según las fuentes.
Consecuencias
Aunque los supervivientes se tuvieron que refugiar en la ciudad, la entrega de las provisiones en vano llegaron al puerto, permitieron a la ciudad aguantar su asedio hasta el 20 de agosto, cuando se libró la segunda batalla de Tarragona, levantando definitivamente el asedio.
En total, los españoles perdieron 11 galeras en el puerto y dos que habían sido capturadas en el mar. El resto de la escuadra, con el marqués de Villafranca, que pudo huir del puerto con su galera, se retiraría de nuevo a Peñíscola el 4 de julio, desde donde, con los refuerzos incorporados volvió a atacar la ciudad.
La presencia de la flota francesa en Barcelona impidió que los refuerzos españoles y las provisiones llegaran al norte del Principado, lo que facilitó la ocupación francesa de las villas y fortalezas que todavía quedaban en manos españolas (Perpiñán y Rosas).