Como ha señalado Joaquim Albareda, "lo que realmente se debatía [con el tratado] era la redefinición del equilibrio político europeo ante la crisis evidente del Imperio hispánico, a la par que el control del comercio americano y del mercado hispánico". Por eso este tratado contaba con el antecedente del tratado de Grémonville firmado treinta años antes entre el Reino de Francia y el Imperio Austríaco por el cual se repartirían las posesiones de la Corona española si Carlos II moría sin descendencia.[2]
El rey Carlos II de España se opuso a este acuerdo, ya que significaba la división del Imperio español, cosa que deseaba evitar a toda costa.
Finalmente, Carlos II legó todas sus posesiones al segundo hijo del Delfín, Felipe, Duque de Anjou. A la muerte de Carlos, el rey Luis XIV de Francia renunció a los acuerdos del tratado, aceptando así el testamento de Carlos II que favorecía claramente sus intereses. Estos factores llevaron a la Guerra de Sucesión Española, la cual comenzó en 1701.
↑Albareda Salvadó, 2010, pp. 46-47. Los reinos de España (con las excepciones que a continuación se detallarán), las Indias y el ducado de Milán, Cerdeña, Canarias y las Baleares quedarían bajo el dominio del emperador, mientras que los Países Bajos Españoles, el Franco Condado, las Filipinas, el reino de Navarra, Rosas, los presidios del norte de África y los reinos de Nápoles y Sicilia pasarían a Francia.
Bibliografía
Albareda Salvadó, Joaquim (2010). La Guerra de Sucesión de España (1700-1714). Barcelona: Crítica. ISBN978-84-9892-060-4.