Papiro 83 (siglo VI; se conservan los versículos 39)
Texto bíblico
Mateo 23
1Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos
2diciendo: —En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.
3Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen pero no hacen.
4Atan cargas pesadas e insoportables y las echan sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con uno de sus dedos quieren moverlas.
5Hacen todas sus obras para que les vean los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas.
6Anhelan los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas
7y que les saluden en las plazas, y que la gente les llame rabbí.
8Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar rabbí, porque sólo uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
9No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial.
10Tampoco os dejéis llamar doctores, porque vuestro doctor es uno sólo: Cristo.
11Que el mayor entre vosotros sea vuestro servidor.
12El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.
13»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que quieren entrar.
(14) 15»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, en cuanto lo conseguís, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros!
16»¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura
por el oro del Templo, queda obligado!»
17¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica al oro?
18Y: «Jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado».
19¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?
20Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él.
21Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita.
22Y quien ha jurado por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.
23»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que hacer esto sin abandonar lo otro.
24¡Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello!
25»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de rapiña y de inmundicia!
26Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro de la copa, para que llegue a estar limpio también lo de fuera.
27»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre!
28Así también vosotros por fuera os mostráis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
29»¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis las tumbas de los profetas y adornáis los sepulcros de los justos,
30y decís: «Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas!».
31Así pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas.
32Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres.
33»¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación del infierno?
34Por eso, mirad: os voy a enviar profetas, sabios y escribas; a unos los mataréis y crucificaréis, y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,
35para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar.
36En verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación.
37»¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste.
38Mirad, vuestra casa se os va a quedar desierta. 39Así pues, os aseguro que ya no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Mateo presenta un ataque concertado contra las autoridades religiosas judías en este punto de su relato evangélico; hay una advertencia más breve sobre los escribas en NKJV, y Luke ha, según el teólogo protestante Heinrich August Wilhelm Meyer, "insertado en Lucas 11 porciones de este discurso en un orden diferente del original". [3] Los propios fariseos han sido silenciados en Mateo 22. Según Richard Thomas France, esta sección muestra a Jesús como un gran polemista respecto a los valores del reino de los cielos en contraposición al enfoque superficial de la religión.[4] Meyer opina que el relato de Mateo se acerca más a la directiva real de Jesús, "aunque mucho de lo que se habló en otras ocasiones puede quizá mezclarse con ella"; Heinrich Ewald, en cambio, opina que el discurso se compone de pasajes probablemente originales, aunque pronunciados en ocasiones muy distintas.[3]
Versículo 2
"Los escribas y los fariseos se sientan en la cátedra de Moisés."[5]
Dale Allison afirma que "'la silla de Moisés' es ambigua. Puede referirse a una silla literal para las autoridades de la sinagoga o ser una metáfora para la autoridad docente (cf. la 'silla' del profesor)." Así, la Versión del Nuevo Siglo presenta este versículo como:
Los maestros de la ley y los fariseos tienen autoridad para deciros lo que dice la ley de Moisés.[6]
Allison observa que "sólo aquí (en el evangelio de Mateo) se presenta a los líderes judíos bajo una luz positiva: se les debe obedecer".[7] Moisés "se sentó para juzgar al pueblo" en Exodus 18:13, aunque Meyer desaconseja la sugerencia de que la "cátedra de Moisés" se refiera a este pasaje.[3]>.
Meyer también sugiere que la palabra ἐκάθισαν (ekathisan, "se han sentado") debe leerse como "se han sentado",[8] significando que han "asumido para sí los deberes de este oficio".[3]
Versículo 5
Pero todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres. Ensanchan sus filacterias y agrandan los bordes de sus vestidos.[9]
Arthur Carr señala que "Jesús no prohíbe la práctica de llevar filacterias, sino el agrandamiento ostentoso de las mismas". También observa que "muchos piensan que nuestro Salvador mismo llevaba filacterias".[10] Su uso se prescribe en Éxodo13:9 y Deuteronomio6:8.
Comentario general
En muchos lugares del Nuevo Testamento, y este es uno de ellos no debe verse una condena general de todos los escribas y fariseos. Tanto es así que al final del discurso el Señor habla de escribas que sufrirán las mismas penas que Él, y en otro lugar da por cierto la existencia de escribas cristianos que enseñarán los misterios del Reino de los Cielos a los discípulos. Sin embargo, en su generalidad, estamos ante una dura acusación a los escribas y fariseos que en su forma de proceder se guiaban más por las apariencias exteriores que por llevar una vida de acuerdo con la verdad.
El discurso tiene dos partes: la primera está dirigida al pueblo y a sus discípulos; la segunda —los célebres «ayes»—, a aquellos escribas y fariseos. En ambas se ve un motivo común: Cristo no pretende abolir la doctrina de la Ley enseñada por escribas y fariseos, sino purificarla y llevarla a plenitud. En el comienzo, se pone en contraste la conducta de escribas y fariseos con la que debe ser la de los maestros en servir y humillarse. Cuando Jesús dice a sus discípulos que no acepten los títulos de doctores, rabbi y otros por el estilo , está indicando que en el cristianismo el servicio es un honor.«Somos rectores y somos también siervos: presidimos, pero si servimos»[11][12]
Denuncia a escribas y fariseos (23:13-36)
Mientras que la perícopa anterior se dirigía a la multitud y a los discípulos, esta parte se dirige a los escribas y fariseos, en forma de 'siete ayes', un poderoso clímax para repudiar su liderazgo.[13]
Versículo 13
Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos en las narices de la gente. Porque ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren entrar.[14]
Algunos manuscritos añaden aquí (o después del versículo 12) el versículo 14: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas y por un pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis la mayor condenación.[15].
La frase "entrad en el reino de los cielos" aparece otras tres veces en el Evangelio, en Mateo 5:20, 7:21 y 18:3.[16]
Versículo 36
De cierto os digo que todas estas cosas vendrán sobre esta generación.[17]
"Estas cosas" en los textos griegos son ταῦτα πάντα (tauta panta) en el Textus Receptus y el texto crítico Westcott-Hort, pero Meyer señala que la lectura invertida, πάντα ταῦτα (panta tauta), también está "bien atestiguada".[3]
Comentario
El discurso de los «ayes» (vv. 13-32) explica con pormenores las desdichadas consecuencias y las contradicciones que se han derivado de un cumplimiento meramente externo de la Ley. Dos calificativos se repiten a lo largo de estas palabras a modo de estribillo: «hipócritas» (vv. 13.15.23.25.27.29) y «ciegos» (vv. 16.24.26). Hipócrita, de por sí, significa ser actor (cfr 6,1-18); pero quien continuamente se comporta como actor corre el riesgo de convertirse en un farsante, pues la preocupación por aparentar va unida a una despreocupación por lo que uno realmente es. Con un juego de palabras lo expresa Jesús con la imagen del mosquito y el camello: se preocupan de evitar la menor impureza —el mosquito, qamla, en arameo, es un animal impuro—, y cometen pecados mayores: el camello, gamla en arameo, animal enorme y declarado expresamente impuro.[18] El Señor les muestra el camino para no equivocarse: imitar a Dios en las actitudes que manifiesta hacia su pueblo: justicia, misericordia y fidelidad:
Esta superioridad de nuestra virtud ha de consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y, en verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su Creador. (…) La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la Ley, sino por no entenderla en un sentido material (…). Muchas veces se exhibe una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres. El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite.[19][20].
El destino de Jerusalén (23:37-39)
Esta última parte actúa como la conclusión inevitable de la hipocresía de los líderes ante la culpa total de Israel en su rechazo del mensajero de Dios: Jerusalén ha rechazado la llamada del último y más grande mensajero de Dios y recibirá juicio por ello.[21]
Versículo 39
Porque os digo que no me veréis más hasta que digáis:[22]
Citando el Salmo 118:26, haciéndose eco de 21 :19.[23]
↑Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (pp. 9192-9193). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.