En 1953, Pablo Neruda compró en las faldas del Cerro San Cristóbal el terreno donde más tarde construyó la casa en la que vivió junto a Matilde Urrutia hasta sus últimos días.[1] El arquitecto a cargo de su construcción fue el catalán Germán Rodríguez Arias, aunque Neruda participó activamente editando planos y cambiando las ideas de Rodríguez.
El nombre de la casa honra a Matilde, en esos momentos su amante, bautizada así por el poeta debido a su gran cabellera rojiza.
En la casa vivió solamente Matilde, hasta que en febrero de 1955 Neruda abandonó a su segunda esposa, Delia del Carril, y la vivienda que compartía con ella en Avenida Lynch, bautizada Michoacán.[2]
El 23 de septiembre de 1973, Neruda falleció y sus restos fueron velados en La Chascona, pese a los problemas que significó a causa del golpe de Estado del 11 de septiembre, ocurrido apenas doce días antes.[2] Matilde se preocupó de reparar los daños que sufrió la casa y se encargó de rescatar el legado de Neruda. Vivió en ella hasta su muerte, ocurrida en enero de 1985.[2]
Actualmente La Chascona es un museo que expone las diferentes colecciones que guardó en él Neruda, desde libros hasta mascarones de proa, pasando por caracolas y botellas de todas partes del mundo. También en ella se estableció la Fundación Pablo Neruda y sus dependencias son usadas para diferentes actividades culturales y para investigadores que necesiten trabajar con alguna de sus colecciones.[1]
En junio de 2013 se inauguró el espacio cultural Estravagario, colindante con los jardines de la casa museo, que servirá para recitales poéticos, presentaciones de libros y otro tipo de extensión cultural. "Hace un par años se quedó libre esta otra casa y se puso a la venta. Esta nueva casa nos sirvió para dos cosas: para despejar definitivamente la Casa Museo y para instalar un centro cultural que nosotros no teníamos como hay en Isla Negra o Valparaíso", explicó Fernando Sáez, director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda.[3] El nuevo centro permitirá quitar las partes administrativas de la Fundación que estaban en La Chascona y habilitar esas habitaciones para que el público pueda verlas, por ejemplo, el primer dormitorio. La casa adquirida tiene una estructura de gran altura, ya que perteneció a la escultora Marta Colvin, que lo usaba como taller cuando estaba en Santiago.[3]