En filosofía, la identidad es la relación que toda entidad mantiene solo consigo misma,[1]y no con su entorno, a diferencia de la alteridad.
La identidad propiamente se refiere a la identidad numérica, como distinta de la similitud exacta o identidad cualitativa.[1] En cambio, la identidad numérica se da cuando no hay propiamente dos entidades, sino una sola que quizás lleva dos nombres.[1] De acuerdo con el principio de identidad de los indiscernibles, dos entidades no pueden compartir todas sus cualidades y ser sin embargo numéricamente distintas.[1]
Por ejemplo, en matemáticas, dos entidades son idénticas si y solo si en todos sus elementos se verifican lo mismo. En cambio, en los clubes, los miembros pueden cambiar y el club permanecer el mismo. Los criterios de identidad muchas veces son vagos y llevan a paradojas, como la paradoja sorites y la paradoja de Teseo.
La relación de identidad numérica es una relación de equivalencia, simétrica, reflexiva y transitiva. Sin embargo, a veces los filósofos han propuesto criterios de identidad que no respetan todas estas propiedades.[2]
Véase también
Referencias