No obstante, científicos y egiptólogos[2] coinciden en que se trata de un efecto pareidólico debido, en primera instancia, al deliberado retoque de las imágenes que se muestran en los medios y, en segunda, a que las caprichosas formas de los jeroglíficos son producto de un palimpsesto,[3] es decir, de un regrabado que, con el paso de los siglos, se hizo evidente gracias a la erosión, uniendo dos escritos diferentes en una sola imagen. No era raro en el Antiguo Egipto que los faraones usurparan edificaciones y cubrieran los muros originales con sus propias inscripciones.[4]