Durante varias décadas ha habido gran debate entre los biólogos acerca de en qué medida ha sido moldeada la evolución por las presiones selectivas a estos distintos niveles. Este debate ha tratado en igual medida sobre qué significa una unidad de selección y sobre la importancia relativa de estas unidades, es decir, ¿es la selección individual, o la de grupo, la que ha impulsado la evolución del altruismo? Cuando se observa que el altruismo reduce la aptitud de los individuos, es difícil saber cómo ha evolucionado el altruismo en el contexto de la selección darwiniana actuando sobre los individuos; ver selección de parentesco.
La emergencia o el surgimiento hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes. El concepto de emergencia se relaciona estrechamente con los conceptos de autoorganización y superveniencia, y se define en oposición a los conceptos de reduccionismo y dualismo, defendiendo que «el todo es más que la suma de las partes».[1]
La mente, por ejemplo, es considerada por muchos como un fenómeno emergente, ya que surge de la interacción distribuida entre diversos procesos neuronales (incluyendo también algunos corporales y del entorno) sin que pueda reducirse a ninguno de los componentes que participan en el proceso (ninguna de las neuronas por separado es consciente).
El concepto de emergencia es muy discutido en ciencia y filosofía debido a su importancia para la fundamentación de las ciencias y las posibilidades de reducción entre las mismas. Resulta igualmente crucial dadas las consecuencias e implicaciones que tiene para la percepción misma del ser humano y su lugar en la naturaleza (los conceptos de libre albedrío, responsabilidad o consciencia dependen, en gran medida, de la posibilidad de la emergencia). El concepto de emergencia ha adquirido renovada fuerza a raíz del auge de las ciencias de la complejidad y desempeña un papel fundamental en la filosofía de sistemas, la filosofía de la mente y la filosofía de la biología.
El determinismo biológico afirmaría que tanto las normas de conducta compartidas como las diferencias sociales y económicas que existen entre los grupos derivan de ciertas diferencias heredadas innatas, y que en este sentido, la sociedad constituye un reflejo fiel de la biología. El determinismo biológico habría desempeñado un papel negativo en la explicación y creación de conceptos como la raza, el género y la sexualidad.[2]
El determinismo biológico se plantea hoy en términos de determinismo genético, un conjunto de teorías que defienden la posibilidad de dar respuestas últimas al comportamiento de los seres vivos a partir de su estructura genética. Por lo tanto, la conducta, tanto de los animales como del ser humano, obedece a formas que han sido necesarias para la supervivencia de sus genes, y que se extienden a complejos sistemas sociales adaptados a su más favorable proceso evolutivo.
El consenso científico es que actualmente no hay pruebas para el determinismo biológico estricto en las ciencias biológicas y psicológicas. Los rasgos físicos y comportamientos son fenotipos ya que son el resultado de interacciones complejas entre la biología y el medio ambiente.[3]
Reductibilidad de la biología
De acuerdo a Mario Bunge, los entes vivos, aunque compuestos por elementos físicos y químicos, poseen propiedades emergentes propias; por lo que la biología no es completamente reducible a la física y la química.[4]
El vitalismo es una teoríaprotocientífica según la cual los organismos vivos se caracterizan por poseer una fuerza o impulso vital que los diferencia de forma fundamental de las cosas inanimadas y no está sujeta a las leyes fisicoquímicas generales.[5] A este impulso vital se le suele denominar como élan vital, término acuñado por Henri Bergson en 1907.[6] A pesar de una larga trayectoria histórica intentando demostrar que se trataba de una teoría obsoleta, la obra de Georges Canguilhem y los trabajos de la teórica Jane Bennett siguen planteando que el alcance explicativo del vitalismo sigue más vivo que nunca.[7]
Tradicionalmente se describe como una fuerza inmaterial específica, distinta de la energía estudiada por la física y otro tipo de ciencias que, actuando sobre la materia organizada, daría como resultado la vida y sin la que sería imposible su existencia. Este fundamento físico en su sentido más puro se encuentra actualmente rechazado,[8][7] no obstante, también encuentra base en fundamentos antropocéntricas y racionalistas, entre otros.
La tesis contraria, el antivitalismo, propugnaba que la fuerza vital no existe y que las reacciones fisicoquímicas que se dan en un organismo vivo siguen las mismas leyes que rigen en la materia inanimada.
↑O’Connor, Timothy (2021). Zalta, Edward N., ed. Emergent Properties (Winter 2021 edición). Metaphysics Research Lab, Stanford University. Consultado el 21 de agosto de 2023.
↑Feminist Frontiers, Ninth Edition, by Taylor, Whittier, and Rupp; How Societies Work, Fourth Edition, by Joanne Naiman