En 1323 comenzó como heredero único bajo la tutela de su madre la sucesión de su difunto padre en el Margraviato de Meissen y Turingia. Después de llegar a la madurez en 1329, tuvo largos enfrentamientos con los vasallos y vecinos. Estos conflictos principalmente se suscitaron debido a la declaración de paz de Federico en 1338, que disminuyó drásticamente los derechos e influencia de los pequeños señores y los gobernantes locales, y que pretendía someter de los dos últimos grupos.[1] En 1342, los nobles insatisfechos, cuyas preocupaciones fueron sus derechos y la independencia, se juntaron en Arnstadt (suroeste de Erfurt) contra Federico II, en lo que se conocería como la guerra del conde de Turingia.[1] El conflicto duraría hasta 1346. Tras la muerte del emperador Luis IV, el partido bávaro intentó obligarle a que aceptara la corona alemana, sin embargo, desconfiaba de la inconstancia de sus votantes y rechazó esta extraña petición en favor de Carlos IV de Luxemburgo. Federico II se limitó a consolidar su gobierno y defenderse contra el peligro que procedía de Carlos IV. En una reunión de 1348 en Bautzen ambos reconocieron la situación de posesión existente en los estados.