La conservación ex situ consiste en el mantenimiento de algunos componentes de la biodiversidad fuera de sus hábitats naturales.
Este tipo de conservación incluye tanto el almacenamiento de los recursos genéticos en bancos de germoplasma, como el establecimiento de colecciones de campo y el manejo de especies en cautiverio. El objetivo primordial de la conservación ex situ es mantener la supervivencia de las especies en su medio natural, por lo que debe ser considerada como un complemento para la conservación de especies y recursos genéticos in situ, sobre todo cuando tratamos con especies críticamente amenazadas.
Existen dos tipos de conservación ex situ:
Bancos de germoplasma en donde se conservan las especies para la alimentación y la agricultura.
Centros con especies que se dividen en centros de fauna (zoológicos, centros de rescate, museos) y centros de flora (jardines botánicos, viveros).
En España hay varios centros dedicados a la conservación ex situ: en Canarias existen lagartarios dedicados a la cría de especies endémicas del género Gallotia; en la Península varios zoológicos y centros especializados están inmersos tanto en la conservación de especies autóctonas (lince ibérico) como en la de especies de otras latitudes, siendo un buen ejemplo la fauna norteafricana: ibis eremita, gacela dama, gacela dorcas, etc.